Esta semana, después de la gran fiesta de la selección española, me ha tocado viajar a la Mancomunidad Copán-ChortÃ, que se encuentra a 30 minutos de la frontera entre Guatemala y Honduras.
Entre otras cosas he podido asistir a un centro de recuperación nutricional para niños en el cuál he podido observar cómo los intereses individuales y el egoÃsmo humano se van superando cada vez más y los lÃmites se van quedando atrás sin importar las repercusiones que nuestras actitudes tengan. En este centro se daba el caso de que existen diferencias personales entre el doctor del centro y el conductor de la ambulancia (que por otra parte es el hermano del alcalde). Pues bien, el caso fue que poco antes de irnos del centro el doctor nos quiso enseñar un último caso, el de un niño con fracturas en las dos piernas, con una completamente escayolada y la otra parcialmente. La cuestión es que el niño y su padre llevaban dos dÃas en el centro a la espera de que una ambulancia los llevara al hospital más cercano, en Chiquimula, que está a 30 minutos del centro.
Al parecer este caso no es el primero y, probablemente no será el último, porque mientras este tipo de situaciones no sean eliminadas del sistema, siempre va a haber alguien que sufra de forma directa el ansia humana de controlar y su avaricia sobre todo lo que le rodea y, como siempre, los que más sufrirán esta situación serán los más débiles, los niños.